Las obras de una zanja en la plaza del Ayuntamiento, propician que queden al descubierto los railes del viejo tranvia. Mi amigo Benjamín, muy observador, me lo comenta y yo ni corta ni perezosa me digo, pues estaría bien hacerles una foto. Y dicho y hecho, esto de tener cámara digital tiene muchs ventajas. Al tiempo que estoy haciendola, el periodista de El Comercio también fotografía la obra y le hago notar que están ahí los restos de los raíles. Al día siguiente, esa foto merece la portada y yo me alegro. Obviamente la mía es mucho menos impactante, yo no tengo gran angular.
Como complemento, busco información al respecto y mi compañera Ana Herrero, nuestra archivera internacional, me facilita un interesante artículo de Sergio Tomé, profesor de la Universidad de Oviedo, publicado en la revista Astura en 1989, que recomiendo, como testimonio de la historia de nuestra ciudad y al que acompañaban algunas fotos estupendas y que me he permitido también comprobar que habiendose quedado fuera de servicio en 1956, obviamente no podía yo acordarme.
Sí se acordaba, sin embargo, mi padre cuando se lo comenté y me contó cómo lo utilizaban él y sus amigos, para bajar a Colloto al baile, a casa Lorenzón, y cómo queriendo todos los chavales esperar al último para aprovechar el tiempo al máximo, volvían apretujados como sardinas en lata y cómo tenía que ir con mucho cuidado en la zona que hoy es Río San Pedro y que entonces aún no había allí los edificios de hoy para evitar, que en los días de lluvía les salpicara el tranvía al pasar por la gran cantidad de charcos que había.
Entre una imagen y otra han transcurrido tantos años como los que tengo. Casi nada.